La globalización es un proceso imparable en el que las organizaciones y las personas comparten diferentes gustos, preferencias, pensamientos, ideas y formas de actuar; condicionados por factores políticos, sociales, económicos, tecnológicos y culturales que trascienden fronteras.

En la actualidad, las empresas son sistemas dependientes del mundo exterior y no están exentas de los sucesos en su entorno. Es necesario que todo el tiempo se formulen estrategias para reinventar sus productos, servicios y procesos, con el fin de expandirse y lograr la conquista y permanencia en nuevos mercados.

Este fenómeno trae consigo ciertos retos para las empresas locales, dentro de los cuales se pueden destacar: 1) el mejoramiento de sus procesos en la cadena de valor, que le ayude a generar un aumento en la capacidad productiva y así poder ser más competitivos en el mercado; 2) flexibilidad para adaptarse a las nuevas normas que impone el mercado global debido a las tendencias de consumo.

Cuando una empresa decide exportar o importar, debe tener en cuenta que estos procesos requieren paciencia y persistencia, así como también disciplina y la implementación de nuevos hábitos. También es necesario investigar y, sobre todo, requiere entender y comprender cómo funcionan los mercados.  Todas las áreas de la organización deben estar en sintonía para enfrentarse a un proyecto incierto, y estar dispuestos a dedicar parte de su tiempo y espacio a materializar el objetivo.

Las empresas importan porque tienen la posibilidad de encontrar en otros países productos, equipos o materias primas que no se consiguen en el mercado nacional, o porque se encuentran a mejores precios. Y por otro lado exportan, porque logran ser competitivas con respecto a precios y productos de calidad en los mercados internacionales, o porque identifican necesidades o preferencias que otras empresas no pueden satisfacer.

Las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPymes), son hoy en día los principales actores en el comercio internacional, pues han dinamizado los mercados con diversas ofertas de productos, generando competencia que los obliga a mejorar en sus procesos de producción, logrando así ofrecer servicios y mercancías de alta calidad a precios competitivos.

En Panamá las MiPymes componen más del 70% del total de empresas. En el año 2000 fue promulgada la ley número 8 con el fin de incentivar la creación de nuevos empleos y así estimular el crecimiento del país. Con esta ley se creó AMPYME, una agencia gubernamental cuyo propósito es brindar ayuda a las pequeñas empresas a través de diversos programas.

Las principales actividades económicas en las que participan estas empresas son construcción, industria manufacturera, hoteles, restaurantes y comercio al por mayor y al por menor. La mayoría de éstas operan como persona natural, sin embargo, a mayor tamaño de la empresa, se presenta una mayor utilización de persona jurídica para operar el negocio.

Según la publicación del Centro Nacional de Competitividad de Panamá, “el 84% de las empresas exportadoras son MiPyme, pero sólo exportan el 53% del total de las exportaciones de bienes del país”, lo que implica una gran dinámica de éste tipo de empresas en los mercados internacionales a pesar de que aún requieren lograr mayores niveles de competitividad para lograr incrementar sus ingresos.

Debido a la coyuntura vivida a raíz de la pandemia del Covid-19, en Panamá se han implementado diferentes medidas, buscando dar un apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Dentro de estas, se encuentra un financiamiento productivo con un préstamo aprobado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con el cual se prevé solucionar los problemas temporales de liquidez que este tipo de compañías puedan tener, y así lograr dar continuidad a sus operaciones. Otra medida, fue la creación de un régimen especial fiscal para las micro, medianas, pequeñas empresas, empresarios y emprendedores, cuyo ingreso sea menor a los B/ 500,000.00 anuales.

Sin embargo, a pesar de estas medidas implementadas por el estado, es necesario que dentro de las empresas se realice una planeación sobre cómo se enfrentará la coyuntura, involucrando a todos los actores relacionados con los procesos de la empresa. Es necesario comunicar a colaboradores, proveedores y clientes sobre las decisiones que se tomen y cómo estas pueden impactar a cada uno.

Finalmente, las pequeñas y medianas empresas están en la obligación de innovar sus procesos productivos, y, dentro de lo posible, sus productos; buscando minimizar costos, ser más atractivos en cuanto a precios y así lograr ser más competitivos tanto en el mercado nacional como internacional.